Nací en Tenerife en 1991 y parecía que iba a ser como cualquier niño.
Sin embargo, en cuanto el pediatra vió mi curva de crecimiento, le dijo a mi madre que fuese buscándome una plaza de baloncesto en el Barcelona, que si no iba a llegar a medir dos metros, me quedaría cerca.
No saben cuanto se acuerda mi madre de ese hombre a día de hoy, acertó de pleno: acabé midiendo 2 metros y convirtiéndome en el punto de referencia de mis amigos cada vez que quedábamos (salvo que estuviera sentado).

Mi relación con la nutrición y el ejercicio
Al igual que todo el mundo, sabía que para estar sano era necesario comer bien y hacer ejercicio, aunque nunca me lo tomé en serio.
Gracias a mis padres comía relativamente bien en casa, pero mi relación con el deporte era bastante intermitente aunque no escasa. Los veranos nadaba en la piscina municipal, pero en cuanto llegaba el frío lo acababa dejando.
Durante el instituto entrenaba con el equipo de baloncesto, pero siempre lo vi como un hobby y en cuanto acababa la temporada, aprovechaba para escaquearme todo lo posible.
Mi primer intento de cambio
Todos mis héroes, junto con los tíos buenorros y populares en mi entorno tenían algo en común: físicos envidiables.
Mi cuerpo extremadamente largo y delgado era muy diferente al de todos ellos, pero por primera vez, me propuse ponerme fuerte y sacar esos famosos abdominales que pese a ser muy flaco, no tenía.
Tras dejar el baloncesto en la universidad, me apunté al gimnasio y seguí a rajatabla el programa que me hicieron, las típicas rutinas de 4×10 en ejercicios con máquina.
Después de 3 meses de duro trabajo, fuerza de voluntad y esfuerzo constante por fin vi mis resultados en el espejo: cero progreso…

El ejercicio es para perdedores
Después de tantos intentos sin éxito, acabé pensando que era una pérdida de tiempo: sólo los privilegiados por la genética podían ponerse fuerte y obtener esos cuerpazos.
¿Para que sufrir de forma gratuita pudiendo comer cuñas de chocolate? Mi slogan se convirtió en «el ejercicio es para perdedores y la lechuga para las cabras«.
Desde luego, sentía e intuía que algo estaba fallando, pero no iba ni a indagar ni a ponerle más esfuerzo, ya bastante hice acudiendo al gimnasio y haciendo todo lo que me decían. Si todo eso no funcionaba, ¿para qué perder más el tiempo?
El susto que lo cambió todo…
Cuando empecé a trabajar de becario con 23 años, mi tiempo sentado en la silla se incrementó exponencialmente. Eso, sumado a que lo que más odiaba en el mundo era caminar por caminar, me convirtió en todavía más sedentario.
Un día, mientras paseaba con mi amigo Guillermo, me dió un dolor repentino en la espalda, como un pinchazo en las lumbares, que me dejó doblado del dolor con las rodillas flexionadas, pensando que no iba a hacer capaz de levantarme como si fuese un viejo de 70 años.

Este hecho tan sencillo hizo que me replantease todo. Si esto me había pasado con 23 años, estando en la flor de la vida. ¿Qué iba a ocurrir con mi cuerpo cuando tuviese 40 años?
Después de imaginarme claramente siendo una persona encorvada y con dolores de espalda, tomé la decisión de fortalecer mi espalda para que nunca me volviese a ocurrir algo así: si eso significaba entrenar durante toda mi vida, que así fuese, estaba dispuesto a pagar el precio.
Un nuevo camino
Descubrí que podía entrenar usando mi propio peso corporal (sin depender de nada externo, ni gimnasios) y fui aprendiendo poco a poco sobre nutrición.
Después unos años de entrenar regularmente me sentía físicamente más fuerte, sin embargo, arrastraba una frustración bastante grande: el espejo no reflejaba esos cambios.
Esto se tradujo en que empecé a investigar aún más sobre hipertrofia muscular. Justo cuando empezaba a ver los primeros cambios, tras añadir los ejercicios básicos a mi rutina y comenzar la que sería mi primera etapa de volumen, me lesioné la cadera y todo se fue al traste.
Etapa de rehabilitación
Todo iba como la seda hasta que un día me desperté con la ingle inflamada y supe que la cosa era seria, no tenía buena pinta. Busqué una clínica especializada en rehabilitación deportiva y me hicieron un diagnóstico inicial: tendinitis y pubalgia. ¿Cómo iba a tener yo una lesión de futbolista?
Durante muchos meses estuve en proceso de rehabilitación y tratamiento EPI, pero no progresaba. Finalmente me hicieron una artroscopia donde se confirmó mi diagnóstico: choque femoroacetabular de tipo pincer y rotura del labrum (cartílago de la cadera de 9 mm).
Estuve prácticamente dos años yendo a rehabilitación, acudiendo a fisioterapia e incluso me di unas dosis de PRP y ácido hialurónico, lo importante era recuperarme del todo, la vanidad tendría que esperar.
Retomando la hipertrofia muscular
Después de prácticamente 4 años entrenando, con rehabilitación de por medio, el espejo seguía sin apenas reflejar físicamente mi mejora.
Como me decía la madre de un amigo cada vez que pasaba unos cuantos años sin verme: «David estás igualito»
Después de tanto tiempo entrenando, ¿por qué no soy el puto Arnold Schwarzenegger? Esta pregunta fue el principal impulsor que hizo que fuese aprendiendo cada vez más sobre nutrición, entrenamiento, estilo de vida y salud en general, llegando a realizar cursos de hipertrofia muscular, sin darme cuenta de que el fitness poco a poco se fue convirtiendo en mi pasión.
Mi misión
Llegados a este punto comprenderás que el crecimiento no es un proceso lineal, habrá momentos buenos y momentos malos, pero si no desistes, seguramente lo lograrás.
En el mundo del fitness y la salud hay tantos mitos, tantos dogmas y tanta desinformación, que no me extraña que la gente vaya dando tumbos de un lado a otro completamente desorientada.
Mi propósito con este blog es darle forma a todo el conocimiento que he ido adquiriendo a lo largo de los años y compartirlo, ya que estoy seguro de que puede ayudarte de la misma manera que me ayudó a mi.

Si además has estado en la misma situación que yo, te interesa ganar masa muscular, mejorar tu salud o simplemente te gustaría trabajar conmigo y tener acceso a todo el contenido que está en mi cabeza, puedes contactarme para realizar una asesoría online.
Para bien o para mal, no podemos externalizar nuestra salud, así que tenemos que responsabilizarnos y tomar las riendas, este blog puede ser un estupendo inicio.
Gracias por leerme y bienvenido
David